
Luego de una multitudinaria marcha realizada los primeros días de enero en la ciudad de El Bolsón, organizada por vecinos e integrantes de la Asamblea en Defensa del Agua y la Tierra, y tras haber registrado más de 5.000 firmas solicitando un amparo colectivo por los avances que el Municipio venía realizando con Laderas, la Cámara de Apelaciones de San Carlos de Bariloche decidió:
·
“suspender
cautelarmente” la Resolución 295/16 del propio Intendente Bruno Pogliano,
la cual aprobaba las “adecuaciones”
acordadas y su “aptitud ambiental”.
·
“prohibir
cautelarmente la ejecución de trabajos” relativos a dicho emprendimiento
inmobiliario;
·
“anotar
cautelarmente” en el Registro de la Propiedad Inmueble que dichas parcelas
están en litigio judicial.

Hay una frase del fallo que me
causó asombro y gracia, y es la de “farragosas
discusiones”, no estaba habituado a esta palabra así que busqué sinónimos y
encontré que hacía referencia a largas,
confusas, desordenadas y mezcladas discusiones.
Y esto es lo que aclara la sentencia,
todas las confusiones que ha habido
a lo largo de este tiempo:
·
que son dos emprendimientos “distintos”, el de Laderas del Paralelo 42 S.A. y el de Laderas del Perito Moreno S.A.;
·
que “ambos
emprendimientos recaen sobre parcelas distintas”;
·
que el emprendimiento de Laderas del Paralelo 42 S.A. consiste en la construcción de un Centro de Deportes Invernales en la
pendiente del Cerro Perito Moreno y una Villa
Turística en la base del cerro (hotelería, cabañas, etc.); y que se rige
por la concesión de Obra Pública dónde el Club Andino Piltriquitrón cede 300 ha
para la realización del mismo.
·
que el emprendimiento de Laderas del Perito Moreno S.A. consiste en una urbanización privada de tierras “que le serían propias” (interesante advertir sobre este condicional
“serían” porque es lo que está aún
pendiente de juicio: determinar si dichas tierras fueron adquiridas según la
Ley de Tierras de la Provincia), y subraya la sentencia que este emprendimiento
en modo alguno debe confundirse con la Villa Turística en la base del
cerro.
Deja claro que Laderas del Perito Moreno S. A. no
podría valerse de la concesión pública para la urbanización de sus tierras
privadas; y que Laderas del Paralelo 42
S.A. tampoco podría confundir sus derechos y obligaciones en tierras
privadas.
¿Por qué le interesa tanto al
fallo aclarar esto? Porque cada emprendimiento debe cumplir los cuidados y
procedimientos ambientales, sin que la aprobación de uno implique
necesariamente la del otro. Le interesa distinguirlo porque se los ha
confundido reiteradas veces “probablemente
a causa de ciertas inconsistencias del contrato de concesión” que realizó
el órgano Provincial ENDIPEN (Ente
de Desarrollo Integral del Cerro Perito Moreno) a Laderas del Paralelo 42 S.A.
Y si faltaba alguna otra
apreciación, dice la sentencia “entre
otras inconsistencias que no vienen al caso repasar”, el ENDIPEN convocó a
licitación pública por “aproximadamente 2100 ha” (300 has que cedía el Club
Andino Piltriquitrón + un área de unas 1800
has no identificadas, ni autorizada, ni calificada como pública o privada).
También Laderas –afirma el fallo- ha
insistido “reiteradamente en la confusión de roles, como si
los emprendimientos fuesen y debiesen considerarse necesariamente y
jurídicamente uno solo”.
Bueno, ni hablar cuando entra
en la cuestión jurídica de aprobación de impacto ambiental, sería tal vez
demasiado engorroso adentrarnos en todas las aclaraciones y distinciones que
hace el fallo, una vez más invitamos a leerlo.
La sentencia determina que es
“altamente verosímil” que el acuerdo realizado entre el Intendente
Pogliano y Laderas, con la posterior resolución
295/16 resulten inválidos y estén incumpliendo la suspensión impuesta por el Superior Tribunal que en pleno
resolvió “suspender el procedimiento de
evaluación de impacto ambiental Provincial y Municipal”.
Con este trasfondo son mucho
más entendibles y cercanas las afirmaciones de la carta Laudato si’ del Papa
Francisco: “Dado que el derecho a veces
se muestra insuficiente debido a la corrupción, se requiere una decisión política presionada por la población. La sociedad, a través de organismos no
gubernamentales y asociaciones intermedias, debe obligar a los gobiernos a
desarrollar normativas, procedimientos y controles más rigurosos. Si los ciudadanos no controlan al poder
político –nacional, regional y
municipal-, tampoco es posible un
control de los daños ambientales”[1].
Y justifica el porqué de la
presión de la población y de las instituciones: El siglo XXI es escenario de un
debilitamiento de poder de los estados
nacionales, sobretodo porque la dimensión económica-financiera, de
características transnacionales, tiende a predominar sobre la política[2].
Añade además que “el drama del inmediatismo político, sostenido también por poblaciones
consumistas, provoca la necesidad de producir crecimiento a corto plazo.
Respondiendo a intereses electorales, los
gobiernos no se exponen fácilmente a irritar a la población con medidas que
puedan afectar al nivel de consumo o
poner en riesgo inversiones extranjeras. La miopía de la construcción de
poder detiene la integración de la agenda ambiental con mirada amplia en la agenda
pública de los gobiernos… Al poder político le cuesta mucho asumir este deber
en un proyecto de nación”[3].
Hace falta ampliar la mirada:
“Es indispensable la continuidad, porque no se pueden modificar las políticas
relacionadas con el cambio climático y la protección del ambiente cada vez que
cambia un gobierno. Los resultados
requieren mucho tiempo, y suponen costos inmediatos con efectos que no podrán
ser mostrados dentro del actual período de gobierno. Por eso, sin la presión de la población y de las
instituciones siempre habrá resistencia a intervenir, más aún cuando haya urgencias que resolver”[4].
Si un político asume estos desafíos, si se atreve a hacerlo, reconocerá la
dignidad que Dios le ha dado como ser humano y dejará en la historia un
testimonio de generosa responsabilidad.
Apostar por otro estilo de vida[5]
Ahora, también estaría bueno
que veamos cual es nuestra responsabilidad. El papa enuncia que la raíz de la
crisis socio-ambiental está en un modo de entender la vida. Dado que el mercado
tiende a crear un mecanismo consumista
compulsivo para colocar sus productos, nosotros terminamos sumergidos en
las compras y los gastos innecesarios.
La situación actual del mundo que vivimos “provoca una sensación de inestabilidad
e inseguridad que a su vez favorece
formas de egoísmo colectivo”[6].
Cuando las personas se vuelven muy centradas en sí mismas y se aíslan,
acrecientan su voracidad. Mientras más vacío está el corazón de la persona, más
necesita objetos para comprar, poseer y consumir. Este estilo deriva también en
crisis sociales, porque la obsesión
por un estilo de vida consumista, sobre todo cuando sólo unos pocos pueden
sostenerlo, provoca violencia y destrucción recíproca.
La Carta de la Tierra nos
invitaba a todos a dejar atrás una etapa
de autodestrucción y a comenzar de
nuevo, pero todavía no hemos desarrollado una conciencia universal que lo
haga posible. «Que el nuestro sea un tiempo que se recuerde
por el despertar de una nueva
reverencia ante la vida; por la firme
resolución de alcanzar la sostenibilidad; por el aceleramiento en la lucha por
la justicia y la paz y por la alegre
celebración de la vida»[7].
La espiritualidad cristiana
propone un modo alternativo de entender la calidad de vida, y alienta un estilo
de vida profético y contemplativo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo. La constante
acumulación de posibilidades para consumir distrae el corazón e impide valorar
cada cosa y cada momento. En cambio, el hacerse presente serenamente ante cada
realidad, por pequeña que sea, nos abre muchas más posibilidades de comprensión
y de realización personal. La espiritualidad propone un crecimiento con sobriedad y una capacidad de gozar con poco. Es un
retorno a la simplicidad que nos permite detenernos a valorar lo pequeño,
agradecer las posibilidades que ofrece la vida sin apegarnos a lo que tenemos
ni entristecernos por lo que no poseemos. Esto supone evitar la dinámica del
dominio y de la mera acumulación de placeres.
La sobriedad que se vive con libertad y conciencia es liberadora. No es menos vida, no es una
baja intensidad sino todo lo contrario. En realidad, quienes disfrutan
más y viven mejor cada momento son los que dejan de picotear aquí y allá,
buscando siempre lo que no tienen, y experimentan lo que es valorar cada
persona y cada cosa, aprenden a tomar contacto y saben gozar con lo más simple.
Así son capaces de disminuir las necesidades insatisfechas y reducen el
cansancio y la obsesión. Se puede necesitar poco y vivir mucho, sobre todo
cuando se es capaz de desarrollar otros
placeres y se encuentra satisfacción en los encuentros fraternos, en el
servicio, en el despliegue de los carismas, en la música y el arte, en el
contacto con la naturaleza, en la oración. La felicidad requiere saber limitar algunas necesidades
que nos atontan, quedando así disponibles para las múltiples posibilidades que
ofrece la vida.
Por otro lado, ninguna persona
puede madurar en una feliz sobriedad
si no está en paz consigo mismo. La
paz interior de las personas tiene mucho que ver con el cuidado de la ecología
y con el bien común, porque se refleja en un estilo de vida equilibrado unido a una capacidad de admiración que lleva a la profundidad de la vida. La
naturaleza está llena de palabras de amor, pero ¿cómo podremos escucharlas en
medio del ruido constante, de la distracción permanente y ansiosa, o del culto
a la apariencia? Muchas personas experimentan un profundo desequilibrio que las mueve a hacer las cosas a toda velocidad para sentirse ocupadas, en
una prisa constante que a su vez las lleva a atropellar todo lo que tienen a su alrededor. Esto tiene un impacto
en el modo como se trata al ambiente. Una ecología ampliamente entendida
implica dedicar algo de tiempo para recuperar la serena armonía con la
creación, para reflexionar acerca de nuestro estilo de vida y nuestros ideales,
para contemplar al Creador, que vive entre nosotros y en lo que nos rodea, cuya
presencia no debe ser fabricada sino descubierta, develada.
Y hasta aquí llegamos hoy. He
releído varias veces esta carta del Papa Francisco y me asombra para bien. Es
muy pedagógico en su planteo, ya que luego de indagar los síntomas que estamos
viviendo actualmente, bucea en las profundidades cuales son las raíces de la
crisis, las causas más profundamente humanas de la degradación ambiental. También
se detiene a delinear los grandes caminos de diálogo, para salir de la espiral
de autodestrucción en la que estamos inmersos. Y no queda ahí, se plantea la
necesidad de un cambio de rumbo y sugiere algunas acciones concretas. No es una
carta “verde”, es un profundo planteo social que nos involucra a todos.
Hno. Rolando
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Hacenos saber lo que pensas al respecto!
Aspirando a expresiones respetuosas y constructivas.